La aventura de cruzar el Sahara… ¡Hace cien años!

En 1922 el automóvil aún era un producto para el Primer Mundo. Pero visionarios como André Citroën demostraron que no había rincón del planeta donde no pudiera llegar. La travesía trans-sahariana de hace ahora un siglo sólo fue la primera de muchas otras, que cruzaron África y Asia. Una auténtica aventura posible gracias al original Citroën Kégresse.

Citroën Kégresse

En la segunda década del siglo XX las posesiones francesas se extendían por medio continente africano, desde Argelia y Marruecos hasta el Africa-negra. Mantener comunicaciones y transporte era esencial para el control colonial de tan vasto territorio. Y también una forma de incorporarlo a la forma de vida europea. Los grandes desiertos como el Sahara suponían una barrera infranqueable, que André Citroën derribó en 1922 con su expedición Trans-Sahariana.

3.200 Km de recorrido por el Sahara entre Argelia y Mali

Citroën lo planeó adecuadamente: para cubrir los 3.200 Km entre Touggourt (Algeria) y Tombuktú (Mali) en un plazo de 20 días, hacían falta hombres y vehículos especiales. Para ello creó un departamento en la fábrica con un año de antelación. Debía desarrollar un vehículo todoterreno capaz de soportar altas temperaturas y todo tipo de esfuerzos, dunas de arena incluidas. Afortunadamente, la marca contaba con la invención de Adolphe Kégresse: una oruga sin fin que podía adaptarse a un vehículo a motor.

Citroën Kégresse

El equipo de ingenieros partió del Citroën B2 10 HP modelo K1, al que acopló las orugas de Kégresse. El resultado fue un semi-oruga (conservaba las ruedas delanteras directrices) con una velocidad punta de 45 Km/h, pero al que no había terreno que se le resistiera. Se prepararon cinco unidades para la travesía del Sahara, apodados con nombres muy evocativos de inspiración egipcia:  Scarabée d’Or, Croissant d’Argent, Tortue Volante, Bœuf Apis y Chenille Rampante.

Un grupo de aventureros… y un perro

La expedición estuvo al mando de George Marie Haardt y de Louis Audoin-Dubreuil, al frente de un equipo de experimentados aventureros y mecánicos. Incluso les acompañó como mascota el perro Flossie (inspiración del dibujante Hergé para Milou, el perro de Tintín). Citroën no sólo quería unir Argelia con Mali, sino demostrar al mundo de lo que su marca era capaz, así que organizó transmisiones radiotelegráficas entre la caravana y los principales periódicos franceses durante la travesía. También se realizaron abundantes fotos y filmaciones que tuvieron una gran repercusión a la vuelta.

Citroën Kégresse

Los cinco Citroën Kégresse cumplieron su misión, partiendo de Touggourt el día 18 de diciembre de 1922 y llegando a su destino el 7 de enero de 1923, en 20 jornadas exactas. La operación concluyó oficialmente con la entrega simbólica del primer correo transahariano en automóvil, que fue para el comandante de la región de Tombuctú, el coronel Mangeot. No estaba previsto el regreso, ante la dureza del recorrido.

Ida y vuelta en apenas 40 días

Sin embargo, las tripulaciones estaban tan seguras de la mecánica, que pidieron a París el permiso para regresar a Argelia a bordo de los Kégresse. Y así lo hicieron ¡al día siguiente! En otras veinte etapas desandaron  los 3.200 Km hasta Argelia sin mayores inconvenientes, abriendo la ruta Trans-Sahariana. Esta épica aventura dio pie a los sucesivos “Crucero Negro” y “Crucero Amarillo” de Citroën, con travesías aún más largas y difíciles.

Citroën Kégresse

Con ocasión del Centenario de Citroën, ingenieros y aprendices de su Escuela de Ingeniería recrearon el “Escarabajo de Oro” –vehículo líder de la expedición- partiendo de los planos originales. Para ello se emplearon 1.500 Kg de metal y 50.000 horas de trabajo de 210 personas, entre profesores y alumnos. El resultado fue una réplica perfecta y operativa del primer Kégresse trans-sahariano, que fue presentada en el acto del Centenario. Hoy engrosa el “Conservatoire Citroën”, sede de la colección de la marca francesa.

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