La instrumentación en el automóvil comenzó en la primera década del siglo XX y sigue siendo uno de los elementos esenciales para el conductor. De la simple información al moderno “infoentretenimiento”, en un siglo hemos pasado de los relojes de esfera y aguja a las pantallas digitales táctiles o con mando por voz. En apenas cien años el dial analógico ha dejado paso a excesos, como la Hyperscreen de Mercedes.
Curiosamente los carruajes de caballos –incluso las diligencias o viajeras- carecían de instrumentos. Ni siquiera llevaban odómetros o cuenta-kilómetros (más bien, cuenta-leguas) que ya existían en el siglo XVIII, por no decir desde tiempos de la Grecia clásica. Fueron los romanos los primeros en poner hitos en sus calzadas indicando las millas. Pero con la llegada del automóvil dotado de motor y mecánica, los instrumentos pronto fueron tan necesarios como en las locomotoras de tren.
Los primeros indicadores, en la primera década del siglo XX
Los primeros carruajes motorizados de comienzos del siglo XX estrenaron indicadores de combustible y aceite (casi todos de nivel), así como tapones de radiador con termómetro… aunque casi siempre era el vapor lo que indicaba el sobrecalentamiento. A estos siguieron los de voltaje de batería y, posteriormente, los velocímetros. Los coches de competición siempre estuvieron a la vanguardia, incorporando cuentarrevoluciones para el mejor aprovechamiento de la potencia del motor… y para no romperlo.
A partir de la década de los años ’20 –hace ahora cien años- los automóviles de calle y competición se poblaron de relojes en su salpicadero. En parte herencia de la aeronáutica desarrollada en la Gran Guerra y en parte por la mayor tecnificación. Los de carreras contaban con innumerables indicadores sobre salpicaderos de madera, aluminio o cuero, que permitían a piloto y copiloto (que muchas veces era obligatorio) controlar el motor. Los de carretera exhibían verdaderas obras de “art decó” perfectamente integradas en las espectaculares carrocerías.
Marcas especializadas en instrumentos, como Smiths, Jaeger o Veglia.
Todos estos instrumentos eran mecánicos o físicos. Bien iban guiados por cables de transmisión y coronas reductoras (velocímetros, cuentarrevoluciones, cuentakilómetros…) o bien por dilatación de gases como el ether (temperatura de agua y aceite) o por fluido (presión de aceite y gasolina), incluso eléctricos (voltaje o amperaje de batería). Verdaderas obras de relojería que encumbraron a algunas empresas en las siguientes décadas como Smiths, Jaeger, Veglia o VDO.
La II Guerra Mundial supuso un avance tecnológico sin precedentes. Este llegó al automóvil casi de forma inmediata desde los años ’40. Sin embargo, la instrumentación de los coches siguió inalterada. Los ingleses seguían con sus relojes Smiths montados sobre salpicaderos de madera, los italianos con sus Veglia o Jaeger y Porsche con sus VDO. Los coches de carreras empleaban grandes cuentarrevoluciones y pequeños manómetros mientras los utilitarios de calle, se limitaban a cuadros más elementales, con diales de aguja o banda oscilante y niveles.
La revolución electrónica, a punto de llegar en los ’80
Esta situación se mantuvo prácticamente inalterada hasta la década de los ’70, cuando los componentes mecánicos dejaron paso a otros eléctricos. Una década después, hasta la Fórmula 1 todavía dependía de los relojes de aguja, aunque los cuentarrevoluciones STACK ya permitían guardar memoria del mayor régimen alcanzado. La revolución electrónica estaba a punto de llegar con las pantallas de cristal líquido, que pronto transformaron los salpicaderos de todos los automóviles.
Durante la década de los ’90 se generalizaron las pantallas multifunción. Al principio, en blanco y negro y con escasas opciones, que fueron incrementándose año a año. Los pilotos estrenaron los cuentarrevoluciones ópticos, con una línea de leds que pasaba del verde al amarillo y al rojo, mucho más intuitivo. Y podían seleccionar en la pantalla presiones, temperaturas, tiempos y otros datos. Y cuando se inventó la adquisición de datos y la telemetría… ¡aquello lo cambió todo!
En dos décadas, imágenes tridimensionales y animación en color
La electrónica permitió también a diseñadores e ingenieros crear cuadros de instrumentos más originales, innovadores y visuales para los coches de todos los días. Con más información, mejor presentada y más fácil de leer; y hasta con mayor diversidad cromática al llegar las pantallas de color. El conductor pasó de mirar para dónde apuntaba una aguja a ver números, dibujos e imágenes hasta en tres dimensiones en apenas veinte años. Y la invención de las pantallas táctiles hasta eliminó los botones e interruptores del salpicadero.
La última década ha ido aparejada de la invención de un nuevo concepto: el “infoentretenimiento”. La mejora de las comunicaciones permite que un coche sea también un teléfono, un ordenador, un navegador, una televisión… Ventajas para conductor y ocupantes, pero también un exceso de información que lleva a la distracción. Las pantallas táctiles (que hay que mirar para accionar los controles) y la complejidad de algunos sistemas operativos generan mucha distracción al volante hasta para accionar la calefacción.
Pantallas panorámicas, de visión nocturna o proyectadas
Los coches de competición actuales centran toda la información de forma esquemática (y con varias pantallas sucesivas) en el propio volante y disponen hasta de retrovisores por cámara infrarroja. Sólo lo necesario para controlar el vehículo y tener conocimiento de lo que pasa detrás hasta de noche y lloviendo. Pero en los de carretera, se está llegando a límites insospechados. Los modelos de alta gama (y los eléctricos en particular) emplean enormes pantallas panorámicas que, como la MBUX Hyperscreen de Mercedes, ocupan todo el salpicadero.
La pantalla de Mercedes son en realidad tres dispuestas bajo un cristal cobertor que configura una unidad óptica con forma alabeada. Sólo el visualizador OLED de 12,3 pulgadas de diagonal frente al asiento del acompañante pone a su disposición un área propia de entretenimiento. Pero estos súper-salpicaderos digitales en color pueden encontrarse ya en casi todas las marcas, desde KIA a Mini, pasando por BMW y tantas otras. A estas enormes pantallas panorámicas se suman los “head-up displays”, que son proyecciones sobre el parabrisas de datos como velocidad, navegación o detección de señales.
La instrumentación del futuro se basará en la Inteligencia Artificial
La instrumentación en el automóvil ha crecido de forma exponencial desde la popularización de la electrónica. Y sólo es el comienzo. Ya hay interfaz conductor-vehículo por voz, conexión permanente a internet, comunicaciones automáticas con la carretera que pronto llevarán a un nuevo nivel de conducción autónoma… Hasta comienzos del siglo XXI la relación entre conductor y vehículo se limitaba a los sentidos de la vista y del tacto. Ahora se ha extendido al de la voz y, pronto, a la intuición, con la generalización de la Inteligencia Artificial. A este paso, dentro de poco ¡será el vehículo el que tenga instrumentos en el cuerpo de los ocupantes!