Ferrari Daytona SP3, el nuevo modelo de 840 CV y dos millones de euros

Otra vez Ferrari. Otra vez vez Ferrari vuelve a sorprender. Esta vez no con un modelo único como el de hace unas semanas (Ferrari BR20), ahora con el Daytona SP3. Un biplaza de motor central de 12 cilindros, 840 caballos que cuesta nada menos que 2 millones de euros. Sí, has oído bien, bueno leído, dos millones es lo que cuesta en su cuna natal, Italia.

El nombre de Ferrari y el de Daytona están muy ligados entre sí. Ligados también por el aspecto deportivo. En el año 1967, Ferrari ganó Las 24 Horas de Daytona con los modelos 330 P3/4, 330 P4 y 412 P. El nuevo Ferrari Daytona SP3 es también un homenaje a aquellos y su producción está limitada a solo 599 unidades.

Efectivo, eficiente y espectacular por donde lo mires

Desde luego, tiene una imagen espectacular. Y es que un Ferrari suele ser un espectáculo aún sin desplazarse. Por delante parece un prototipo de los de LeMans, pero por detrás tiene pinta de una nave galáctica que deja ver las puntas de escape colocadas en el centro aunque a una altura poco convencional. De largo mide 4,86 metros, y de alto solo 1,14, aunque de anchura hace lo propio en 2,05 metros. Son las proporciones de un hipederportivo, bajito, mucho, ancho, lo mismo, y bastante largo. Además es targa.

Detrás monta ruedas de 21 pulgadas de diámetro (345/30 ZR21) mientras que delante hace lo propio en 20 pulgadas (265/30 ZR20). Y entre los cinco radios de ruedas se pueden ver los discos de 380 y 398 mm, respectivamente.

Aerodinámicamente hablando no tiene ningún elemento activo que se mueva y que le ayude a, por ejemplo, tener más agarre en movimiento a través de partes móviles. Según Ferrari, es el Ferrari más aerodinámico que ha fabricado sin que tenga elementos aerodinámicos activos. Y aunque no se dicen los pesos, la marca del cavallino emplea el kevlar en las zonas de choque, fibra de carbono en el chasis, las puertas, etc. Los asientos, por ejemplo, forman parte del chasis y parece que para muchos conductores sería difícil encontrar la distancia adecuada al pedalier por su escaso o más bien nulo recorrido longitudinal. Los pedales, eso sí, son regulables, y los cinturones de seguridad son de tipo arnés. Todo eso en busca de la mejor o mayor rigidez posible y a la vez reduciendo el peso. Desde luego también, muy racing.

El motor de 840 caballos y sus doce joyas móviles

El motor V12 que el conductor lleva detrás, en posición central, tiene una cilindrada de 6.496 c.c. Esos doce cilindros están dispuestos en V con un ángulo de 65 grados. Es el más potente que ha hecho la marca y es una evolución del Ferrari 812 Competizione que ofrece 799 caballos.

Los 840 caballos del Ferrari Daytona SP3 se alcanzan a una máximo de 9.250 revoluciones por minuto con una relación de compresión de 13,6:1. El par máximo tampoco es precisamente para perderlo de vista: 697 Nm que se consiguen a 7.250 vueltas. Respecto del motor del Ferrari 812 Competizione, el del Ferrari Daytona SP3 tiene bielas de titanio, el cigüeñal pesa menos y ha sido objeto de un montón de “detalles-mejoras” más.

Las prestaciones no podían ser malas. Hubiera sido ridículo, “pa matarlos”. Así, hace el 0 a 100 kilómetros hora en 2,85 segundos, y solo tarda 7,4” en ponerse a 200 km/h, mientras que la velocidad máxima anunciada es de unos escalofriantes 340 km/h.

El Ferrari Daytona SP3 es tracción trasera y dispone de un cambio automático de doble embrague con levas en el volante y siete velocidades. El cuadro de relojes es de tipo digital con un montón de información que puede variar en función de los gustos de cada conductor, y el volante es multifunción destacando el ya típico manettino de la marca.

Solo hay un aspecto negativo sobre este modelo, y no es su precio. Es que a pesar de su precio, y por si ya estabas corriendo a encargar uno, las 599 unidades a las que está limitada su producción ya están vendidas…

La opinión de Garaje Hermético

Otra obra de arte, otro misil, otro hiperdeportivo de esos que te hacen soñar. Si no fuera porque llegamos tarde porque está “todo el pescado vendido”, íbamos al concesionario a por uno. ¡Cachis!

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