El negocio de invertir en coches clásicos es tan sencillo como vender a un precio superior al de compra. Pero encierra mucha enjundia y mucha técnica que sólo los buenos vendedores saben explotar a fondo. Entre particulares, a través de compra-ventas o en subastas, los coches clásicos cambian de manos frecuentemente, moviendo auténticas fortunas.
Hacer un buen negocio con coches clásicos no es patrimonio de profesionales: cualquiera puede hacerlo vendiendo más caro que lo que compró. Pero son aquellos los que consiguen mayores beneficios poniendo su habilidad y sus contactos en juego. Al fin y al cabo viven de eso. Este mercado de los clásicos es asimilable al del arte, ya que las piezas más raras se revalorizan con el tiempo y las grandes firmas tienen su peso. Además, los automóviles pueden rodar, tienen vida, y eso es algo que ni un cuadro ni una escultura pueden aportar.
Los clásicos se revalorizan con el tiempo
De todos es sabido que un coche nuevo se deprecia casi un 30% al día siguiente de abandonar el concesionario. Sin embargo –como a los buenos vinos- el tiempo los hace mejorar. Tras el “purgatorio” de ser viejos, pasan a ser clásicos y –entonces- su precio aumenta. Comprar un coche “viejo” y venderlo como “clásico” es el mejor negocio, pero requiere tiempo, a veces demasiado. Entonces entran en juego la habilidad del compra-venta, el estado de conservación o la restauración.
Un automóvil maltratado por el tiempo puede adquirirse por bajo precio y ser restaurado, aunque hay que cumplir el Mandamiento básico: nunca puede costar más el collar que el perro. Es decir, que una restauración no puede superar el precio del mejor coche igual que haya en el mercado. Restaurar y vender es un buen negocio si se hace con cabeza y con matemáticas. Y los peores enemigos son la nostalgia (que nubla la vista) y los malos mecánicos. El coste de la restauración nunca puede superar el valor de mercado del modelo.
Restaurar es la solución, pero sin pasarse
Eso lo saben bien quienes hacen primorosas –y costosísimas- restauraciones en automóviles que sí lo valen y con ello incrementan su valor o su posibilidad de venta. Salvo contadas unidades (conservadas o en estado original), todo lo que llega a las grandes subastas internacionales ha sido restaurado a un nivel “mejor que nuevo”. Pero lo vale. Prueba de ello son los precios finales que alcanzan las pujas millonarias. Aquí traemos algunos de los más caros subastados durante 2022 por la empresa Gooding & Company.
Un Talbot-Lago T150-C-SS Teardrop Coupe de 1937, con una carrocería elegante y cerrada (lo que no es habitual) creada por el “mago” de la época, Joseph Figoni, alcanzó la cifra récord de 13.425.000 dólares. Ha sido el coche francés más caro nunca vendido y es que, aparte de su extraordinaria carrocería de aluminio, única y hecha a mano, tiene historia: ganador del Concurso de Elegancia Fémina de Paris en 1938, además de trofeos más modernos en el Concurso de Pebble Beach, en California.
Bugatti siempre es una inversión segura
Cerca le anduvo el Bugatti 57SC Atalante de 1937, considerado como uno de los coches más deseables en cualquier colección. Se pagaron por él 10.345.000 dólares precisamente en la subasta de Pebble Beach. Sólo se hicieron diecisiete y éste es el mejor que existe actualmente, completamente original y completamente restaurado por el especialista Ivan Dutton. Además conserva todos los “Matching Numbers” (números coincidentes) de motor, chasis y mecánica. Y se conoce toda su historia de forma ininterrumpida desde que fue librado en 1937.
Estas piezas tan raras son “moneda” de cambio y especulación como cualquier cuadro famoso. De vez en cuando salen a subasta a ver si superan su precio anterior. Y casi siempre lo consiguen. Lo mismo que ocurre con los Bugatti pasa con los Ferrari. Un precioso 250 GT SWB Berlinetta Competizione de 1960 cambió de manos en la subasta de Londres por otros diez millones. Un coche de competición que corrió en Le Mans o Goodwood en su tiempo y que ha sido restaurado por la propia Ferrari Classiche y por el especialista Lanzante y cuya historia ha sido bien documentada por un historiador.
Invertir en Ferrari es una garantía
Sin el pedigrí de las carreras, el Ferrari 400 Superamerica Series I Coupé Aerodinámico de 1961 apenas alcanzó los 6.000.000 de dólares. Fue un coche realizado para el Conde Volpi, de Venecia, y que nunca ha superado los 24.000 Km! Además es una rara versión de batalla corta con carrocería de aluminio y jamás ha sido restaurado. Pero no hace falta que sean tan raros: un “simple” F40 de 1990 –uno de los 213 fabricados en las feas especificaciones para EE.UU.- alcanzó los 3.965.000. Su vida han sido tranquila: sólo tiene 2.000 Km en su marcador y siempre ha pertenecido al mismo propietario (que no pagó más de un millón en su época).
Otra marca que bate récords en todos sus modelos es Porsche. La “joya” del año fue el 908 Spyder de 1969. Esta pequeña “barqueta” de 3 litros catapultó a Porsche a las victorias absolutas en carreras como la Targa Florio, el Nürburgring o Brands Hatch. Transformado en 908/2 a final de año, continuó su carrera en manos de un equipo privado. Ahora ha sido restaurado a su estado original por auténticos expertos en la marca y luce como cuando fue conducido en el equipo oficial por Vic Elford, Richard Attwood, Rudi Lins o Gérard Larrousse… Su puja más alta fueron 4.185.000 dólares.