Un miembro del canal me dijo: “Tanto hablar de Saab y se os olvida Volvo” ¡Y tenía toda la razón! Si a una persona, aficionada o no, le pronuncias “Volvo”, piensan en Suecia, en seguridad y, probablemente, en un coche familiar cuadrado y robusto. Esta es la historia de una marca que convirtió la seguridad en su religión pero también fabricó coupés deportivos y que acabó teniendo los ojos rasgados… ¿se puede hablar de “final feliz”?
La historia de muchas marcas comienza en un taller de coches, pero la de Volvo no. En Gotemburgo, Suecia, esta erradicada la empresa SKF era uno de los mayores fabricantes del mundo de rodamientos. Y dos de sus empleados, el economista Assar Gabrielsson y el ingeniero Gustaf Larson, compartían una pasión: los automóviles. La leyenda cuenta que sellaron su acuerdo en una cena en agosto de 1924, en el restaurante Sturehof de Estocolmo, comiendo cigalas.
Un principio con anécdota
El 14 de abril de 1927, el primer Volvo salió de la fábrica. Era el Volvo ÖV 4, apodado “Jakob”, un descapotable con un motor de 4 cilindros y 28 CV. Como en toda buena historia, el debut tuvo un problemilla. Cuando un ingeniero metió la primera para sacarlo de la fábrica… el coche fue hacia atrás. ¡Habían montado el diferencial al revés! Un pequeño traspiés que solucionaron rápido y que hoy es una de las anécdotas fundacionales de la marca.
La seguridad, marca de la casa
Hablar de Volvo es hablar de seguridad con propuestas concretos. Otras marcas en los años 40 y 50 se centraban en la potencia las prestaciones, pero Volvo ya pensaba en cómo sobrevivir a un accidente. En 1944, su modelo PV444 ya introdujo una jaula de seguridad y el parabrisas de vidrio laminado. En los 50, experimentaron con salpicaderos acolchados. Pero el momento que cambió todo el mundo del automóvil, llegó en 1959.
Volvo contrató al ingeniero Nils Bohlin, que antes había diseñado asientos eyectables para aviones de combate en Saab. Sabía cómo mantener a un humano atado y a salvo. En menos de un año, Bohlin desarrolló y patentó el cinturón de seguridad de tres puntos de anclaje.
Y aquí es donde Volvo hizo algo impensable. Tenían la patente de uno de los mayores inventos en la historia del automóvil. Podrían haber intentados cubrirse de oro, pero no, la liberaron. Dejaron que cualquier fabricante del mundo la usara, gratis. Entendieron que era un avance demasiado importante para la vida humana como para guardárselo. Se estima que este gesto ha salvado directamente más de un millón de vidas.
Coches cuadrados y ¿aburridos?
Mucho diréis, “Vale, son seguros. Pero, ¿no son aburridos?” Volvo ha luchado toda su vida contra ese estigma. Y aunque sus familiares cuadrados son legendarios, también hay un lado pasional y rebelde en su historia. El primer golpe en la mesa fue el Volvo P1800 de 1961. Diseñado por el sueco Pelle Petterson en el estudio italiano Frua, era elegante, deportivo y precioso. Se hizo mundialmente famoso como el coche de Simon Templar, interpretado por Roger Moore en la serie “El Santo”. La productora quería un Jaguar E-Type, pero Jaguar se negó. Volvo, más lista, vio la oportunidad y les dio varios P1800.
¿Y las carreras? En los 80, Volvo cogió su sedán 240, con la aerodinámica de una nevera, le metió un turbo descomunal y lo apodó “El Ladrillo Volador”. Ganó el Campeonato Europeo de Turismos en 1985, humillando a BMW y Jaguar. Pero la locura definitiva llegó en 1994, en el Campeonato Británico de Turismos. Volvo no se presentó con un sedán, sino con la versión familiar del 850. ¡Una ranchera de carreras! La imagen del 850 Estate a dos ruedas en los circuitos es historia del motorsport.
En busca de la supervivencia
A finales del siglo XX, los fabricantes independientes como Volvo lo tenían difícil. Tras un intento de fusión fallido con Renault, Volvo acabó buscando un socio más grande. En 1999, Ford compró la división de coches de Volvo por 6.450 millones de dólares. Volvo pasó a formar parte del Premier Automotive Group de Ford, junto a Jaguar, Land Rover y Aston Martin… aquí va una opinión: Asociarse con Ford era garantía de fracaso… y entonces llegó la crisis financiera de 2008. Ford, al borde de la quiebra, necesitaba dinero y puso a la venta sus marcas europeas. Jaguar y Land Rover se las vendió a Tata. Y Volvo… Volvo se quedó en el escaparate, esperando un comprador.
Desde donde nadie lo esperaba, llegó una oferta. Venía de China. De un fabricante relativamente desconocido llamado Geely. El pánico se apoderó de Suecia. ¿Una empresa china comprando el símbolo de la ingeniería sueca? Muchos vaticinaron el fin de Volvo, como ya había sucedido con Saab, pensando que robarían su tecnología y la calidad caería en picado.
Pero el fundador de Geely, Li Shufu, era un admirador profundo de Volvo. En 2010, la venta se completó por 1.800 millones de dólares. Y Li Shufu cumplió su palabra. Geely hizo lo más inteligente que podía hacer: puso una cantidad ingente de dinero sobre la mesa y se apartó. Le dieron a Volvo la financiación y la independencia casi total para investigar y desarrollar. Liberaron al tigre.
El resultado fue el renacimiento de Volvo. Con la inversión china, los ingenieros suecos desarrollaron desde cero dos nuevas plataformas modulares, SPA y CMA. Contrataron a un nuevo jefe de diseño, Thomas Ingenlath, que revolucionó la estética de la marca con señas de identidad como los faros en forma de “Martillo de Thor”.
El primer fruto de esta nueva era, el XC90 de 2015, fue una declaración de intenciones: lujoso, tecnológico, minimalista y, por supuesto, el coche más seguro del mundo. Fue un éxito rotundo y marcó el camino para una gama que ha devuelto a Volvo a lo más alto del segmento premium, reforzando su identidad sueca y apostando ahora por la electrificación total con su submarca Polestar.
Conclusión
La historia de Volvo es una lección sobre la identidad. Nació de los rodamientos, convirtió la seguridad en una religión y nos regaló el invento que más vidas ha salvado en la carretera.
Nos sorprendió con bellezas como el P1800 y locuras como una ranchera de carreras. Sobrevivió a la indiferencia de un gigante americano y renació de sus cenizas gracias al dinero chino. El “sueco de ojos rasgados” continúa manteniendo su identidad sueca, siguen siendo “todo un Volvo”.
Coche del Día
Nuestro Coche del Día es el Volvo 850 T-5R. Presentado en 1995 y desarrollado con ayuda de Porsche, este “ladrillo” de color amarillo chillón escondía un motor de cinco cilindros turbo de 243 caballos. Era un auténtico misil familiar capaz de pasar de 0 a 100 en menos de 7 segundos.
Mantenía toda la seguridad y practicidad de un Volvo, pero con el corazón de un deportivo que podía poner en apuros a muchos coches alemanes de la época. Un coche que confieso que me sorprendió cuando lo probé.

