Mis coches de competición favoritos

Hoy os abro una puerta a un garaje muy personal, uno que no está hecho de ladrillo y metal, sino de recuerdos, pasiones y, por qué no decirlo, un poco de locura. Vamos a hablar de mis 10 coches de competición favoritos… aunque me paro en 1986. Si queréis, prometo segunda parte.

Esta no es una lista de “los mejores de la historia”, aunque muchos podrían estar en ella. Es una lista subjetiva, personal, de coches que por su ingeniería, por su estética, por su carácter, por la historia que protagonizaron o por todo a la vez, se quedaron grabadas a fuego en mi memoria.

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Ferrari 330 P4 (1967)

Técnica. El 330 P4 era una evolución refinada del P3 con motor V12 de 4 litros y 450 CV. Su chasis era un semimonocasco de tubos de acero con paneles de aluminio remachados, buscando la máxima ligereza y rigidez con la tecnología de la época.

¿Por qué está en mi lista? Podría daros muchos argumentos. Pero voy a ser sincero: Simplemente, es para mí uno de los coches más bellos de todos los tiempos. Y además la prueba de que no se necesita un presupuesto ilimitado para ganar, sino ingenio, pasión… y un buen V12.

Ford P68 / F3L (1968)

Técnica. Una maravilla… sobre el papel. Utilizaba el mejor motor de Fórmula 1 del momento, el Ford-Cosworth DFV V8 de 3 litros, con más de 420 CV, montado en una carrocería ultra aerodinámica, extremadamente baja y afilada, diseñada por Len Bailey para minimizar la resistencia al aire.

¿Por qué está en mi lista? No sé porque, pero este coche me abdujo… Quizás por su estética, por “lo que pudo haber sido”. El ejemplo perfecto de que la suma de partes excelentes no siempre garantiza el éxito.

Porsche 917 (1969-1971)

Técnica. Una locura de Ferdinand Piëch. Su chasis era una estructura tubular de aluminio muy ligera, menos de 50 kg. El corazón un motor bóxer de 12 cilindros refrigerado por aire que llegó a superar los 630 CV.

¿Por qué está en mi lista? Se ve que soy muy superficial, porque quizás la primera razón sea su estética. Hay más, el 917 es la definición de la ingeniería llevada al extremo. Su carácter, robustez y su velocidad de más de 380 km/h lo convierten en un icono absoluto.

Chaparral 2J (1970)

Técnica. El 2J era un laboratorio rodante. Montaba dos enormes ventiladores en la parte trasera, impulsados por un motor independiente de motonieve. Estos ventiladores extraían el aire de debajo del coche, mientras unos faldones de Lexan sellaban los laterales, creando un efecto de succión que lo pegaba al asfalto.

¿Por qué está en mi lista? Porque representa el ingenio en su estado más puro. Jim Hall no buscó la solución donde todos los demás buscaban, sino que buscó una ventaja competitiva donde nadie antes había explorado.

Lancia Stratos HF (1974-1978)

Técnica. Un coche de carreras con matrícula. Fue el primer coche diseñado desde cero para ganar rallyes. Tenía un chasis monocasco central, una carrocería de fibra de vidrio en forma de cuña y una distancia entre ejes cortísima que le daba una agilidad endiablada.

¿Por qué está en mi lista? El Stratos cambió las reglas del juego. Se adelantó al Grupo B y demostró que para ganar rallyes se necesitaba un coche específico. Su diseño, su agilidad y el carácter de su motor V6 lo convierten en la esencia de lo que debe ser un coche de rally.

Lotus 78 (1977)

Técnica. La “magia” del Lotus 78 estaba oculta a la vista. Colin Chapman diseñó los pontones laterales con la forma de un ala de avión invertida. Esto creaba un canal y un tubo con efecto Venturi que aceleraba el aire entre el coche y el suelo, generando una zona de baja presión que succionaba el coche contra el asfalto.

¿Por qué está en mi lista? Porque es el triunfo de la inteligencia sobre la fuerza bruta. Chapman no buscó más potencia, sino una forma más inteligente de ser rápido. El Lotus 78 fue el pionero del “efecto suelo”, una revolución que cambió la Fórmula 1 para siempre.

Renault RS01 (1977-1979)

Técnica. Un desafío enorme. Renault apostó por un diminuto motor V6 de 1.5 litros turboalimentado en una parrilla llena de motores atmosféricos de 3 litros. El “turbo-lag” era brutal y la fiabilidad, un desastre absoluto.

¿Por qué está en mi lista? El mejor ejemplo de patito feo que se convirtió en cisne. Representa la perseverancia y la valentía de seguir un camino completamente diferente al resto. Fue ridiculizado, pero su tecnología acabó dominando la Fórmula 1 en las décadas siguientes.

Porsche 935/78 “Moby Dick” (1978)

Técnica. De 911 le quedaba poco. El chasis fue rediseñado, el suelo se bajó y la carrocería se alargó y ensanchó hasta lo grotesco para maximizar la aerodinámica. El motor bóxer de 3.2 litros con doble turbo y culatas refrigeradas por agua, una primicia en un 911, entregaba casi 850 CV.

¿Por qué está en mi lista? Para mi representa esa época en la que los ingenieros buscaban en el reglamento no lo que podían hacer, sino lo que no estaba explícitamente prohibido. Es brutal, exagerado… y genial.

Ferrari 312 T4 (1979)

Técnica. El T4 fue la adaptación “imposible” de Ferrari al efecto suelo. El reto era mayúsculo, pues el ancho motor bóxer de 12 cilindros dificultaba crear los túneles Venturi. Forghieri diseñó unos túneles cortos y anchos que, si bien no eran los más eficientes, funcionaban gracias al bajo centro de gravedad y la fiabilidad del motor.

¿Por qué está en mi lista? Porque en manos de un genio como Gilles Villeneuve se produjo verdadera magia. Es el recuerdo de un piloto irrepetible y de una F1 donde el talento puro brillaba por encima de todo.

Audi Sport Quattro S1 E2 (1985-1986)

Técnica. Una locura. La distancia entre ejes se acortó al máximo, y la carrocería se plagó de enormes alerones para generar carga aerodinámica. Su motor de 5 cilindros y 2.1 litros superaba con creces los 550 CV.

¿Por qué está en mi lista? Porque el S1 E2 es el pináculo de la exageración, la máxima expresión del Grupo B. Su presencia, su estética agresiva y la imagen de fuerza incontrolable lo convierten en el coche de rally más icónico de todos los tiempos. Es, simplemente, “la bestia” que solo unos pocos consiguieron dominar.

Conclusión

Estos diez coches, para mí, son más que simples máquinas. Son leyendas que nos cuentan una historia de innovación, valentía y pasión. Me he dejado muchísimos en el tintero. Gracias por acompañarme en este viaje a mi juventud.

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