Hoy en día pensamos en los coches de vapor como reliquias lentas y primitivas, pero… ¿y si os dijese que existieron coches de vapor tan avanzados y potentes que superaron a los de gasolina? ¿Y si te dijese que hubo un tiempo en el que los coches de vapor eran mayoría? ¿Y si te dijese que hubo coches de vapor competitivos hasta los años 60 e incluso 70? La gran pregunta es: ¿por qué desaparecieron? Estoy convencido de que te voy a contar muchas cosas que desconocías y que te van a sorprender.
¡La batalla de los “Tres Motores”!
Para entender la magnitud de lo que pudo ser y no fue, nos vamos a los albores del siglo XX. Si miramos el parque automovilístico de Estados Unidos en esa época, las cifras son reveladoras y sorprendentes: el 40% de los coches eran de vapor, el 38% eran eléctricos y solo un 22% eran de gasolina.
Sí, has oído bien. La gasolina era la opción menos popular, el “patito feo” de la automoción. Los primeros motores de combustión eran una auténtica pesadilla: ruidosos, sucios, vibraban mucho y emitían humos pestilentes. Pero su mayor inconveniente, su gran barrera de entrada, era el arranque. Exigían un esfuerzo físico brutal con una manivela, un proceso agotador y peligrosísimo, conocido por romper brazos cuando el motor “daba una coz” y giraba en sentido contrario.
En el otro extremo del espectro estaban los coches eléctricos: silenciosos, limpios y extraordinariamente fáciles de conducir. No tenían marchas, ni olores, ni vibraciones. Eran los favoritos para los trayectos urbanos y, a menudo, el vehículo elegido por las mujeres de la alta sociedad, que no querían mancharse ni pelearse con una manivela. Su talón de Aquiles era y sigue siendo más de un siglo después, la escasa autonomía y el eterno tiempo de recarga.
Y en medio, la fuerza dominante, el vapor. Para una sociedad que había construido el mundo moderno sobre raíles de acero impulsados por locomotoras, esta era una tecnología conocida, fiable y, sobre todo, potente. Los coches de vapor ofrecían una conducción increíblemente suave, sin vibraciones ni cambios de marcha, y un par motor descomunal disponible desde cero revoluciones.
¿Por qué triunfaron los coches de gasolina?
Entonces, ¿qué inclinó la balanza de forma tan dramática a favor del motor de explosión? Dos innovaciones clave que cambiaron el tablero de juego:
- El Arranque Eléctrico. Charles Kettering, en 1912, trabajando para Cadillac, inventó un sistema que eliminó la odiada y temida manivela. Con solo pulsar un botón, el motor de gasolina cobraba vida. De repente, el coche de gasolina se volvió accesible, cómodo y seguro para cualquiera.
- La Producción en Cadena. Henry Ford no inventó el coche ni la producción en cadena, pero sí la forma de hacer el automóvil más accesible. Su revolucionaria línea de montaje para el Ford Modelo T, perfeccionada a partir de 1913, abarató los costes de una manera que los complejos y casi artesanales coches de vapor, con sus calderas de cobre y sus múltiples tuberías, no pudieron igualar.
Iconos del vapor
En este vídeo hemos hecho una lista cronológica de modelos notables, comenzando por el principio:
- Cugnot Fardier à Vapeur (1769): El abuelo de todos los automóviles, un tractor de artillería que protagonizó el primer accidente de tráfico de la historia.
- Roper Steam Carriage (1865): Considerado por muchos el primer automóvil de América, una especie de carruaje a vapor.
- Bollée L’Obéissante (1873): El primer vehículo de pasajeros real, capaz de llevar a 12 personas a una velocidad de 40 km/h.
- Locomobile Steam Car (1899): El coche que popularizó el vapor en Estados Unidos, haciéndolo relativamente asequible.
- Stanley Steamer “Rocket” (1906): El coche de vapor que, pilotado por Fred Marriott, pulverizó el récord mundial de velocidad en tierra, alcanzando unos increíbles 205,5 km/h.
- White Model M (1907): El vapor presidencial, símbolo de lujo, potencia y fiabilidad en la Casa Blanca.
- Doble Model E (1924): La perfección técnica, el pináculo del automóvil de vapor en todos los sentidos.
- Sentinel S-Type (1934): La culminación del camión de vapor, robusto y sorprendentemente rápido.
- Paxton Phoenix (1953): El elegante sueño de posguerra que intentó, sin éxito, resucitar la gloria del vapor de lujo.
- Williams Steam-Powered Chevelle (1969): El muscle car silencioso y limpio que demostró el potencial ecológico del vapor.
- Saab 95 “Dampmotor” (1974): El secreto de ingeniería sueca, un proyecto para crear un motor de vapor compacto y avanzado de 9 cilindros para un coche familiar.
- Pelland Steamer (1977): El deportivo de vapor con chasis de Kevlar con una aceleración fulgurante.
Conclusión
Entonces, ¿pudieron los coches de vapor plantar cara a los de gasolina? La respuesta es un rotundo sí. Técnicamente, en su punto álgido, los superaron en silencio, suavidad, par motor y limpieza de emisiones.
Pero la historia no la gana siempre la mejor tecnología, sino la más oportuna y conveniente. El vapor perdió la batalla por una tormenta perfecta: su alto precio, la rápida expansión de las gasolineras y, sobre todo, la comodidad del arranque eléctrico instantáneo.
Coche del Día
Hoy, el Coche del Día no puede ser otro que el Doble E-20 de 1925. Es más que un coche; es un manifiesto de ingeniería, la prueba tangible de que el vapor pudo haber dominado el siglo XX. Era algo así como el Tesla de los años 20, un coche tan avanzado que el mercado no supo, o no pudo, asimilarlo. Conducir un Doble era una experiencia única. Una pena que su precio lo destinara a ser solo el juguete de unos pocos millonarios y no el futuro de todos.

