En 1922 el automóvil aún era un producto para el Primer Mundo. Pero visionarios como André Citroën demostraron que no había rincón del planeta donde no pudiera llegar. La travesía trans-sahariana de hace ahora un siglo sólo fue la primera de muchas otras, que cruzaron África y Asia. Una auténtica aventura posible gracias al original Citroën Kégresse.